Mónica (primera parte)

«te veo en la tarde. miau. monica.» decía el mensaje.

Mónica disfruta de los juegos, le gusta crear ambientes… a veces velas, música, luces. Siempre ha sido detallista. Es delgada pero su figura es muy femenina. su sonrisa esconde algo que sus ojos confiesan.

Arribo a su departamento y entro a la sala… no veo ambientación y me siento en el sillón a esperar. Escucho ruido pero no veo movimiento. «¿Mónica?» pregunto esperando respuesta. Escucho «Miau» y escucho sus tacones lentamente avanzar por el pasillo.

Cuando sus tacones se acercaron lo suficiente para alcanzar a ver, pude distinguir su silueta delgada, su cadera y sus largas piernas. Sobre su cabeza unas pequeñas orejas afelpadas…. miau, pensé.

Detuvo su andar. Recargó su pecho sobre la pared y arqueó su espalda con su mirada hacia el techo. El arco de su espalda resaltaba la curva de sus nalgas que el encaje negro delineaba.

«Tchk tchk tchk» la llamé. Caminó lento y con la cadencia de una gatita seductora.

Sus encajes dejaban ver su suave piel y las comisuras que me vuelven loco. A cada paso que ella daba mi corazón iba latiendo con más fuerza. «Que bonita gatita», dije, a lo que ella contestó con una sonrisa. «Ven, gatita… Tchk tchk tchk» te detuviste para relamer tus manos. Me vuelve loco.

Ronroneaba mientras se acercaba a mi. Se posó sobre el sofá y se acercaba lentamente. Decidí extender mi mano para acariciaría avanzo «en cuatro patas» hacia mi. Su rostro siguió mi mano. Quiero hacerte ronronear, pensé. Subió a mi regazo, olfateando y explorándome.

La curiosidad mató al gato, pensé. Acaricie su cabello. Mis manos recorrieron su lomo arqueado y su ronroneo me invitó a continuar. «Me encantas» le dije al oído, «miau» contestó con una sonrisa. Mis manos siguieron recorriendo su espalda, las yemas de mis dedos acariciaron su piel, juguetearon sobre el encaje. Me pantalón se sintió súbitamente más apretado.

Reclinada sobre mi regazo. Gatita coqueta. Sus rodillas a la derecha de mis piernas y sus manos enclavadas en el sofá a mi izquierda. Podía ver su cadera, su cintura, su silueta. No resistí más y la acaricié a partir de su cuello, ronroneó un poco y bajó sus cabeza, dobló sus brazos y hasta quedar convertida en el triángulo rectángulo más deseable; así que posé mis labios sobre la cintura y mis manos contornaron hasta alcanzar sus nalgas, firmes… hasta donde yo sabía se ejercitaba moderadamente, aunque ella se refiriera a aquello como «cada visita de suegra».

Apreté su culo, me excitó sentir el encaje deslizarse sobre su piel. Mi mano recorrió su muslo de arriba a abajo y de regreso, fue entonces cuando decidí buscar su humedad. Creí escuchar un ligero gemido no propio de una gatita, pero no quise romper la magia del momento. Sabía que era algo que recordaría por muchos años. Jugué un poco con mis dedos en sus comisuras y sentí su humedad filtrarse por la ropa, así que seguí. Podía sentir sus pechos sobre mi muslo. Comenzó a mecerse discretamente mientras mis dedos seguían acariciándola. Me detuve un poco para saborear mis dedos. «Se me antojan tus dedos» dijo y se acercó a olfatearlos de su propia humedad y a relamerlos como una gatita… después de unos segundos,  comenzó a olfatear y con sus manos a rasguñar despacio mi pantalón en la entrepierna…

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