Acuerdo previo.

Entró al cuarto y dejó su maletín, se desajustó un poco si corbata. El traje era café, gastado, parecía de una serie televisiva de los sesentas. Se quitó el saco y lo dobló cuidadosamente, inspeccionó la habitación con la mirada y encontró una silla en donde lo colgó con tal calma que pareciera una novia manipulando su vestido de bodas, regresó por el maletín y lo abrió sobre la mesa maltrecha que acompañaba a la silla. Dio un suspiro; se subió las mangas y se resignó a esperar. Sigue leyendo

Tetas.

Pasé al escritorio. La maestra no se veía contenta con mi examen y el montón de tachas rojas que resaltaban. Me estaba preocupando. Qué le diría a mi mamá. Qué le diría al director. Quizá no me podría graduar. Mi vida estaba deshecha. La verdad no escuché lo que ella me decía. Sólo me imaginaba mi vida en ruinas.

Mientras eso pasaba por mi mente, la maestra seguía calificando, y en un momento empezó a preguntarme por qué había salido tan mal, me vio a los ojos por un segundo, sentí el frío recorrer mi espalda. Regresó su atención al examen. Argumentaba algo con el examen. Entonces mi mirada descubrió algo: si blusa dejaba ver más de lo que ella creía… pero menos de lo que yo quisiera.

Sus pechos pechos estaban cubiertos por una tela delgada, translucida. Eran blancos, se veían suaves. Creo que tragué saliva al verlos. Mi mano sudaba, casi podía sentir la textura de apretarlos con fuerza, casi desesperado. Los sonidos al rededor de mi desaparecieron lentamente. No escuchaba, no veía nada mas. La curva de su pecho colgaba, la tela mostraba la oscuridad en el centro. La imaginaba en mis manos. En mi cara. Tibios, blandos, desnudos… mi corazón latía con fuerza. Algo dentro de mi no me permitía alejar la vista. Me sentía caliente.

Volteó en el peor momento, me sorprendió viendo sus pechos. Me sonrojé… bueno, al menos eso sentí. Lo peor fue cuando su mirada bajó y sonrió. «Regresa a tu lugar». El bulto en mi pantalón era difícil de ocultar.

Alexa…

Alexa… no recuerdo bien como la conocí. Creo que por unos amigos en común. Pero fue en el circuito de bares donde nos hicimos, pues, frecuentes. Desde que la vi algo llamó mi atención, sus ojos y sus grandes pechos que iban acorde con su ligeramente robusto cuerpo y su piel lechosa; quizá es poco romántico, pero, pensándolo bien, el romanticismo nunca tuvo lugar en lo nuestro.

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Mónica (primera parte)

«te veo en la tarde. miau. monica.» decía el mensaje.

Mónica disfruta de los juegos, le gusta crear ambientes… a veces velas, música, luces. Siempre ha sido detallista. Es delgada pero su figura es muy femenina. su sonrisa esconde algo que sus ojos confiesan.

Arribo a su departamento y entro a la sala… no veo ambientación y me siento en el sillón a esperar. Escucho ruido pero no veo movimiento. «¿Mónica?» pregunto esperando respuesta. Escucho «Miau» y escucho sus tacones lentamente avanzar por el pasillo. Sigue leyendo

Sin contexto 2

La curva de tus pechos.
El color de tu piel.
La exposición de la foto.
El ángulo que me pertenece.
Mis manos que te ansían.
Tus ojos que me ven.
La distancia que nos separa.
La expectativa de tocarte.
La diferencia de nuestras edades.
Tus labios que me invitan.
El tiempo que se acaba.
El juego que nos envuelve.
Las ganas que remolinean.
El deseo que crece.
Nosotros que lo alimentamos.

Tocador

Hay un espacio donde las deseadas entran y dejan el erotismo fuera, donde las cuerpos transitan con sus mejores galas, donde se exponen y se ajustan.
Dejan el deseo y la pasión afuera, colgado en la percha de la imaginación ajena porque adentro todo es trivialidad y funcionalidad hasta que se posan frente a sí mismas y en el reflejo ven lo que el que está afuera desea poseer. Sigue leyendo