Lista

Minientrada

  1. Eres rocío en mis labios de desierto.
  2. Sabes a dulzura, la punta de tu lengua le habló a la mía, la hipnotizó con sus movimientos;  me humedeció.
  3. Tú me sabes a nada y a todo.
  4. Me provocas y no estás aquí para quitarme o darme más ganas.
  5. Me sabes a triunfo, eres perdición y soy contigo, porque me estás hundiendo con tus palabras.
  6. Me encantan tus besos, soy completamente yo cuando te siento cerca.
  7. Estas últimas noches dormí abrazada a ti.
  8. He imaginado tus brazos vigilando mi sueño, cuidando mi cuerpo. Por la mañana quiero ver tus ojos dormidos, tu cuerpo descansando.
  9. Deberías estar aquí, conmigo, o yo allá, sobre ti.

Acuerdo previo.

Entró al cuarto y dejó su maletín, se desajustó un poco si corbata. El traje era café, gastado, parecía de una serie televisiva de los sesentas. Se quitó el saco y lo dobló cuidadosamente, inspeccionó la habitación con la mirada y encontró una silla en donde lo colgó con tal calma que pareciera una novia manipulando su vestido de bodas, regresó por el maletín y lo abrió sobre la mesa maltrecha que acompañaba a la silla. Dio un suspiro; se subió las mangas y se resignó a esperar. Sigue leyendo

Verbal abuse?

Cuando pensé que había terminado el día, me llamó a su oficina.

Todo era diferente, su actitud me prendió enseguida, sin embargo tenía un poco de temor, no sabía exactamente qué había planeado para ambos.
 
-Tus manos
Extendí mis muñecas pensando que las besaría, con ese romanticismo que me enamora.
-¿Qué haces?
-No te pedí permiso, ahora cállate.
Un latigazo de sangre corrió por mis venas, la presión en mi pelvis se hizo presente cuando ató mis manos por debajo del escritorio.
Descendí mi cuerpo hasta el suelo, de manera que mis brazos quedaron por arriba de mi cabeza. Acordamos no llevar ropa interior, en cuanto me senté, sus ojos vieron un sexo húmedo y expuesto entre textiles.
Gracias a los movimientos, un botón de mi blusa se abrió. Podía ver la mitad de mis senos.
-Ahora sí putita, mámame la verga.
Sus manos no titubearon un segundo y de su pantalón liberó una erección que introdujo a mi boca de inmediato.
Escuchaba sus jadeos, eran como una bomba de energía para mis labios, que iban más rápido, chupando, succionando.
Normalmente me sentaría sobre sus piernas, metería dos de sus dedos entre mis piernas, después lo montaría y terminaríamos con un orgasmo digno de repetir al día siguiente. Pero esta vez no.
 
-Llevo cogiéndote en mi cabeza por horas, así, chiquita, chúpame.
No entendía por qué sus palabras me excitaban tanto. Él no es así, ¿qué pasa?.
Parar no era una opción, cuando quité mis labios de su miembro, me tomó con ambas manos y tomó el control de la «mamada». Mi cabeza iba hacia enfrente, hacia atrás, de un lado a otro.
 
-No pares, me encantas.
¿cómo podía parar?, era él quien manejaba mi cabeza, si cerraba los labios; los pasaba entre sus testículos.
Era delicioso.
-Ven. Dame ese culito, me vuelves loco.
Me liberó del escritorio, pero siguió controlando mi cuerpo, levantó la falda y me ensartó con tanta fuerza que mi frente chocó contra el mueble.
Los dedos en mis caderas ejercían tanta presión que parecían pellizcos. Por mi boca salían los gemidos más apresurados que pude haber emitido. 
¿Ves lo que provocas?, no puedo dejar de hacértelo.
Me decía apretando uno de mis pechos.
-Quiero correrme en esa carita preciosa, ¿me dejas?
-sí, sí, hazlo ya
¿cómo pude pedir algo así?, qué tipo de fuerza ejercía  sobre mi. Quizás la seducción del momento o el placer que sabía mi cuerpo le daba, hizo que yo no resistiera y me quedara hasta el final.
-Ah, sí, cómetelos, anda, no dejes nada.
 
No sentí el menor de los ascos cuando la eyaculación de mi jefe entraba por mi garganta.
Al contrario, mis dedos comenzaron a masturbarme corriéndome a la par.
-Eres una perrita caliente. 
Deslizó sus dedos entre mi cabello, me besó cariñosamente y dijo que podía irme.
 
-Nos vemos mañana, que pases buena tarde.
¿Qué carajos acaba de pasar?, me coge como su maldita perra y ahora me deja ir sin llevarme a mi casa. 
Salí lo más rápido de la oficina, los pezones erectos no podían disimularse bajo mi blusa.
 
Vieja chismosa: ¿qué tiene Lila?
Vieja chismosa dos: parece que se pegó en la cabeza
Mi compañero de piso: fácil, Lila huele a sexo.
 
Y Lila (yo) estaba que se la llevaba la chingada. Fuera del edificio, con una nube cargada de dudas, con maldiciones para «el jefe» que todos temen y que yo me tiro los jueves y viernes, se me cayeron las llaves antes de abrir mi coche, y una mano se apoderó de mi pelvis.
-Creíste que te irías sin mi, a que sí. Deja el coche, hoy duermes conmigo.
Un beso en la mejilla, tomó mi mano y abrió la puerta de su auto. 
 
Regresó el caballero…pinches hombres, me fascinan.
 
Creo que no debió pedir mi opinión de esa noche, el que me haya corrido junto con él fue una señal de que ambos disfrutamos. No obstante le dejé una nota en su maletín, segura de que lo leería a primera hora:
 
No podrías decirme una sola grosería delante de nuestros amigos o familiares. 
No se notan las marcas en mis muñecas cuando juegas y me atas a la cabecera de tu cama.
Los golpes en mis muslos se desvanecen con lengüetazos. 
Me gusta marcar mis dientes entre tus piernas.
Puedo notar el momento cuando decides ser tierno, pasivo o dominante. 
Las preguntas que me formulas son como un disparo de placer.
 
Lila.

 

Karen…

Ella era mayor que yo y creo que tenía novio, aunque estaba en una de esas relaciones inconstantes que nunca he entendido. Siempre accedíamos a tomarnos un café pero nunca poníamos fechas. Así era lo nuestro. Nos habíamos visto en la intimidad en más de una ocasión con prisa y pasión, pero creíamos que aquello había quedado resuelto, que ahora éramos amigos y que nunca volveríamos a coger. Tratamos de madurar nuestra relación a tópicos adultos. Hablábamos de arte, de libros, de música, pero ya no de nosotros aunque, curiosamente, para ella no era un secreto que me gustaba, cosa que siempre le dio risa porque le pareció una confesión muy infantil de mi parte.

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Alexa…

Alexa… no recuerdo bien como la conocí. Creo que por unos amigos en común. Pero fue en el circuito de bares donde nos hicimos, pues, frecuentes. Desde que la vi algo llamó mi atención, sus ojos y sus grandes pechos que iban acorde con su ligeramente robusto cuerpo y su piel lechosa; quizá es poco romántico, pero, pensándolo bien, el romanticismo nunca tuvo lugar en lo nuestro.

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Mónica (primera parte)

«te veo en la tarde. miau. monica.» decía el mensaje.

Mónica disfruta de los juegos, le gusta crear ambientes… a veces velas, música, luces. Siempre ha sido detallista. Es delgada pero su figura es muy femenina. su sonrisa esconde algo que sus ojos confiesan.

Arribo a su departamento y entro a la sala… no veo ambientación y me siento en el sillón a esperar. Escucho ruido pero no veo movimiento. «¿Mónica?» pregunto esperando respuesta. Escucho «Miau» y escucho sus tacones lentamente avanzar por el pasillo. Sigue leyendo

Sin contexto 2

La curva de tus pechos.
El color de tu piel.
La exposición de la foto.
El ángulo que me pertenece.
Mis manos que te ansían.
Tus ojos que me ven.
La distancia que nos separa.
La expectativa de tocarte.
La diferencia de nuestras edades.
Tus labios que me invitan.
El tiempo que se acaba.
El juego que nos envuelve.
Las ganas que remolinean.
El deseo que crece.
Nosotros que lo alimentamos.

Encuentro

La impaciencia se hacía notar con el dedo sobre la mesa golpeando al ritmo de la música dentro de aquel café. Revisaba la hora de su celular y la del reloj colgado en la pared cerca de la barra. Cuando se abrió la puerta del local, el corazón de Pita latió con fuerza y su cuello se estiraba cual vieja chismosa para revisar quién entraba. Falsa alarma, y cruzó la piernas buscando la mejor posición para recibir a una “vieja amiga”. Sigue leyendo

Tocador

Hay un espacio donde las deseadas entran y dejan el erotismo fuera, donde las cuerpos transitan con sus mejores galas, donde se exponen y se ajustan.
Dejan el deseo y la pasión afuera, colgado en la percha de la imaginación ajena porque adentro todo es trivialidad y funcionalidad hasta que se posan frente a sí mismas y en el reflejo ven lo que el que está afuera desea poseer. Sigue leyendo